sábado, 23 de febrero de 2013

Capítulo 1


Capítulo 1: ANSIA DE SANGRE

  Avanzaba hacia mi muerte sin saberlo. Corrí para escapar. No sabía de quién o quienes, pero sentía la necesidad de hacerlo.
  
Cuando atravesé la pared de árboles que me separaría del bosque, me encontré rodeada de mutos que me miraban con ansia, ansia de sangre...
  
En ese momento descubrí unos ojos llenos de sufrimiento. Conocía esos ojos mejor que nadie, mi corazón se partió en trocitos y un profundo dolor me inundó cuando entendí por qué él sufría. Tenía un trozo de piel colgando del brazo izquierdo y un gran corte en la pierna derecha. A su lado había un gran muto tirado en el suelo, muerto. Tenía una lanza clavada en el cuello. Los dos moriríamos y aunque él estaba herido, yo sería la primera; todos los mutos lo habían olvidado, ahora me miraban a mí.
  
Supongo que al final solo moriría yo. Eso estaba mejor, él podría vivir y era lo que me importaba.
  
Cuando los mutos se abalanzaron sobre mí... desperté.
  
Me quedo en la cama acostada y empiezo a contar los días que quedan para la cosecha. Falta uno. Mañana será el peor día de todo el año. Espero que no me elijan los vecinos, aunque creo que va a ser lo más probable; las personas a las que le caigo bien se pueden contar con los dedos de las manos.
  
Me pongo el pantalón verde viejo que llevo siempre, una camiseta marrón y mis botas marrones de cuero. Me recojo el pelo en una trenza-coleta, como siempre. Cuando termino bajo a desayunar y como siempre, están allí mis padres con mi hermanita pequeña de 4 años.
  -Hola Kat- dicen mis padres al unísono como cada mañana.
  -Buenos días, Katy- dice mi hermana
  -Buenos días a todos y Lucy, no me llames así- digo mientras mi hermana no para de reír.
  
Desayuno lo de siempre, un poco de pan hecho con los cereales de las teselas y un vaso de agua con menta para quitarme el hambre. Me despido de mis padres y cuando voy a salir:
  -Kat, acuérdate de coger el documento para demostrar mañana que tienes 14 años.- dice mi madre desde la pequeña cocina.
  -Sí, mamá- le contesto mientras cierro la puerta.

Cuando estoy a punto de llegar a la pradera para coger algunas bayas, un niño me saluda por detrás:
  -¡Hola Kat!, ¿puedo acompañarte?- me dice.
  -Josh, ¡te mato!, ¡menudo susto me has dado!- le suelto nada más darme la vuelta y verlo.
  -Lo siento- me dice él riéndose.

Seguimos andando en silencio hasta cruzar la cerca, que se supone que está electrificada pero no lo está. Llegamos a la pradera y empezamos a coger bayas.
  -Mañana es el Vasallaje de los veinticinco, creo que este es el peor, tenemos que elegir quien va a ir y ese es de mal gusto- dice el mientras se mete una baya en la boca y acto seguido me mira a los ojos.
  -¡Ya!. Tienes suerte, no te va a tocar, eres magísimo-le contesto
  -¡Ni a ti!- me dice el sonriendo.
  -No lo creas, no le caigo bien a casi nadie- digo preocupada

Cuando tenemos suficientes nos vamos andando hasta el colegio.

Hoy no es un día interesante. No hablamos de nada y no hacemos nada.

Al salir me cortan el paso mis dos únicas amigas: Leah y Saeta.

Los cuatro nos miramos y esperamos a que alguien rompiese el silencio. Como nadie lo hace me obligo a mi misma a romperlo:
  -Leah, te toca cumplir tu parte.

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